Hoy me inquietan las cadenas.
Nunca he tenido del todo claro qué es la libertad. Muchas veces he conocido a personas que definían la libertad como la capacidad para hacer lo que les diera la gana, pero no encuentro nada más incontrolable en mí que la ganas de hacer algo. Las que siguen esa idea acaban esclavizadas por su pereza, incluso por su soledad, porque es imposible formar parte de un grupo sin tener que obedecer otras ideas.
Todas conocemos a personas que en busca de su libertad se han esclavizado, se han encerrado en sus jaulas, de la manera más triste y miserable. Me cuesta imaginar otras épocas en las que fuera tan fácil esclavizarse como hoy en día. Vemos gente tropezar con drogas, rencores, odios, apetitos, malas compañías, egoísmos. No es difícil recordar la última vez que hemos perdido nuestra libertad por estos obstáculos, que nos hemos dejado vencer por tantas tentaciones.
Pero aun así no consigo saber qué es la libertad. Puedo huir de todo lo que me esclaviza y acabar huyendo también de aquello que me hace libre. Puedo creer que la puerta de salida de mi prisión solo lleva a una celda más pequeña. No es fácil saber cómo escapar de las cadenas que nos (han) hemos impuesto.
No tengo la respuesta segura a mi inquietud, pero puedo asegurar que en mi vida, cuando más libre me he sentido, cuando más me he alejado de mis cadenas, ha sido cuando he seguido aquello que me susurraba al oído mi corazón. Ese es para mí SU mensaje: Amaos.
Fíjate tu que hasta nuestros representantes políticos no saben muy bien que es eso de la libertad. Yo defino la libertad como el hecho de decidir y actuar de forma autónoma bajo el máximo respeto al semejante y asumiendo las consecuencias de los propios actos. Así pues, de la misma forma que soy libre para actuar debo ser libre también para equivocarme, pues esto me hará crecer como persona.
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