Hoy me inquieta la corona de Adviento. Estos días de preparación antes de la Navidad (para los cristianos, para otros se trata tan sólo de una compra de regalos o preparación de las vacaciones) es importante mantener signos que nos recuerden que Él viene a nosotros.
En realidad, como tantas otras cosas, la costumbre de la corona de Adviento es anterior al cristianismo. Algunos dirán que se trata de una costumbre pagana, prefiero pensar que es una muestra de la espiritualidad natural del ser humano.
Los pueblos germánicos, en invierno, recogían ramas verdes y envendían velas, como muestra de esperanza para que llegara la primavera. Más adelante, puesto que Cristo era la esperanza que venía, esa costumbre fue adoptada por los cristianos ya que como Él mismo dijo: Yo soy la luz del mundo.
Hay muchas tradiciones distintas respecto a la corona. Es común que haya una corona de ramas verdes formando un círulo y cuatro velas. Cada vela se enciende en un domingo de Adviento, en total cuatro semanas. Los colores de las velas varían según las tradiciones locales. Pueden ser todos del mismo color (normalmente rojo), uno de cada color, con su sentido respectivo, incluso una tradición habla de tres velas violetas y una rosa. En esta tradición la vela rosa se enciende el tercer domingo, significando el gozo.
También es típico adornar esta corona con manzanas rojas, que hacen pensar que, seguramente, la costumbre del árbol de Navidad también esté relacionada con la de la corona.
Así pues, hay muchas tradiciones distintas que me hace pensar en las diferentes visiones que existen en la Iglesia. Dentro de la diversidad puede haber unidad, y ninguna es más importante que otra puesto que no existe una tradición, por así decirlo, oficial.
Es tiempo de prepararnos para una gran alegría. No olvidéis que quien viene no es Santa Claus ni los reyes magos, sino Jesús, Dios mismo.
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