Hoy me inquieta la Virgen del Pilar, ya que no creo que exista mejor día para hablar de ella.
Cuenta la tradición que, estando Santiago predicando por la península ibérica tras la muerte de nuestro Señor, llegó a Cesar Augusta, actual Zaragoza, y con su predicación convirtió a siete discípulos. La Virgen le había dicho que allí donde más se convirtieran al Evangelio se le aparecería y, en la ribera del Ebro, el día 2 de enero, se le apareció a él y a sus discípulos sobre un pilar o columna, pidiéndoles que erigieran un templo en ese mismo lugar.
También según la leyenda, esos mismos discípulos fueron los que comenzaron la construcción del templo, aunque en la actual catedral lo único que queda de aquella ermita es el pilar sobre el que estuvo la Virgen. Ese mismo pilar sirve de excusa para otras leyendas que dicen que fue la columna sobre la cual Jesús fue azotado antes de morir, y que fue traído por los ángeles hasta Zaragoza.
Todas estas historias pueden no ser ciertas, la Virgen aún vivía en Palestina y no está muy seguro que Santiago llegara a Hispania, de hecho, los historiadores y teólogos dicen que es bastante más probable que el único apóstol que estuvo en España fuera San Pablo, ya que él mismo manifiesta esa intención en su carta a los romanos. Así pues, esas leyendas podrían haberse creado durante la edad media para favorecer los intereses políticos de los reinos cristianos. Pero lo que sí es real es la devoción de muchos cristianos por la Virgen del Pilar, en especial los aragoneses, quienes tienen la tradición de presentar sus niños y niñas a la Virgen a temprana edad, para conseguir su bendición y protección.
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