En la Navidad recordamos principalmente la llegada de Dios al mundo hecho hombre nacido de una mujer virgen, María. Ella, acompañada por su marido José, acudió a Belén cumpliendo con la ley del emperador César Augusto que deseaba conocer el número de súbditos, así como su procedencia.
María y José, quien era de la estirpe de David, volvieron a Belén al reencuentro familiar, y gracias a éste gesto nosotros también revivimos estos momentos de reencuentro con nuestros familiares, viejos amigos e incluso con nuestros compañeros de trabajo.
En este censo de abrazos, largas conversaciones y villancicos con pandereta, se cuela algún minuto de silencio seco que trae a nuestra memoria a aquellos que por diversos motivos dejaron la mesa. Y es que aunque se trate de las fiestas fraternales por excelencia, en 2011 la venta de antidepresivos aumentó un 40% en Navidad [ver noticia], provocado también por esa fraternidad que se busca pero no se encuentra.
Acordémonos en estas fiestas de aquellos que las pasarán en soledad, transmitámoles la magia auténtica que da sentido pleno a estas celebraciones, pues todos los hombres fueron invitados a vivir la alegría en aquel pequeño y humilde establo.
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