Hoy me inquieta si en nuestro caminar por la vida encontraremos eso que tanto anhelamos y que independiente de ser creyente o ateo parece un objetivo común: alcanzar la felicidad plena.
La Iglesia es guardiana del evangelio como máxima expresión de la palabra de Dios cumplida. En éstos textos se muestra mediante lenguaje humano, y por lo tanto limitado, el mensaje de Jesús, junto con muchas de sus obras y anécdotas.
¿Pero qué validez tienen estas palabras en la vida del hombre contemporáneo? El evangelio, custodiado por la Iglesia, es como un mapa que permite guiar nuestro caminar hacia la felicidad plena, pero a veces es difícil entender este mensaje. Por ello la Iglesia propone un camino desde la tradición (a veces desafortunada) y la reinterpretación continua, señales que permiten a muchos llegar al tesoro del mapa. Además como toda gran búsqueda permite hacerlo en comunidad, en grupo, de tal forma que unidos seamos capaces de no perdernos en falsos atajos.
Pero no todos los hombres están situados en el mismo punto de partida, por lo que cuestionan que el papel de la Iglesia como guardiana y guía del mapa no es válido, tesis que a su vez les invita a negar la validez del propio mapa, sin cuestionar, contradictoriamente, la existencia del tesoro.
En cualquier caso debemos invitar a creyentes y no creyentes, pues todos buscan la misma felicidad, a que se atrevan a coger ese mapa aunque lo interpreten de forma errónea, porque la certeza se impone y al final hasta las propias interpretaciones de los teólogos exégetas, no durarán tanto como el propio mapa, que superará en edad tanto a las interpretaciones como incluso a la propia Iglesia.
"Cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán" (Mateo 24:35)
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