Porque la senda desde la inquietud a la confianza viene marcada por la reflexión

domingo, 18 de noviembre de 2012

El fin del mundo

Hoy me inquieta el fin del mundo que viene narrado por el propio Jesús en el evangelio de este domingo.

Algunos afirman, inspirados por teorías mayas, que el fin del mundo se terminará el 21 de diciembre de 2012. Otros que estas teorías sólo afirman un cambio de ciclo. Un tercer grupo defiende que estas conspiraciones carecen de sentido y que este pronóstico fallará como tantos otros fallaron anterioremente.

Pase lo que pase, se hacen evidente 1 certeza: que los hombres somos conscientes que de la misma forma que nuestra vida tiene un inicio y un fin, el mundo también debe de tenerlo, y ésta verdad tan evidente nos lleva a su vez a otras tres inquietudes:
  • ¿Cómo será el fin del mundo?. 
  • ¿Cuándo será el fin del mundo?
  • ¿Qué pasará después?

Los contemporáneos a Jesús se hicieron las mismas preguntas, y tanto le insistieron, que él las respondió.

¿Cómo será el fin del mundo?
Jesús habla de una lluvia de estrellas, que bien podría tratarse de una lluvia de meteoritos, una gran oscuridad y una gran conmoción en el espacio. Narración que se asemeja bastante a la imagen apocalíptica que tantas veces hemos visto en el cine.

¿Cuándo será el fin del mundo?
No nos revela la información, e incluso afirma desconocerla. En cualquier caso, saber el momento exacto de un suceso trágico supondría desmotivarnos y quitar el misterio de la longevidad humana. Quizá con informaciones como ésta incluso muchos proyectos no los llegaríamos nunca ni a comenzar.

¿Qué pasará después?
Ésta es de las tres preguntas la más correcta y acertada. Su respuesta da sentido y revoca a un segundo plano las dos anteriores. Él nos adelanta "cielo y tierra pasará, mas mis palabras no pasarán". Lo cual nos adelanta un post-fin del mundo esperanzado y como prolongación de la vida que conocemos aunque en un grado de mayor perfección. Tras esta nueva verdad el miedo se disipa, el estrés desaparece, y sólo queda tener Fe en la Palabra y ponerse manos a la obra en la construcción necesaria el Reino de Amor, porque construido con ayuda del hombre o por iniciativa propia, éste se dará.

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