Porque la senda desde la inquietud a la confianza viene marcada por la reflexión

viernes, 20 de enero de 2012

La corrupción

Hoy me inquietan los abusos de poder, la corrupción, las malas obras que se hacen desde la autoridad. Es tristemente actual la corrupción. Políticamente vivimos una crisis nacida de la avaricia y la pasividad de quien ostentaba el poder. Del despilfarro de unos pocos que han provocado que ahora todos hayamos de hacer sacrificios.

También dentro de la Iglesia han surgido problemas. El mismo Benedicto XVI, al comienzo de su pontificado, dijo que la Iglesia es un barco que hace aguas por todas partes. Son tristemente famosos casos de miembros de la Iglesia que han arrebatado la dignidad de personas inocentes, y aun hoy en día se presenta como propia de un católico la justificación del abuso, violencia, etc.

No creo que el simple perdón del pecador sea suficiente en algunos casos. Cuando hablamos de ladrones sabemos que para conseguir el perdón deben restituir aquello robado, pero en los casos de abusadores y violentos también es necesario reconocer su tendencia a obrar mal y apartarlos de situaciones en los que puedan continuar cometiendo malas acciones.

Así, considero que si un cargo público roba, la respuesta más cristiana es la inhabilitación, y no en sentido egoísta, para que no me siga robando, sino también en sentido de evitarle la tentación. Así mismo, para el marido violento es lógica la separación, y para el sacerdote pederasta apartarlo de la actividad pastoral con niños.

No debemos negarles el perdón a los pecadores, puesto que todos lo somos, pero permitir que sigan pecando y ensuciando su alma no es tampoco una idea defendible desde una óptica cristiana.

1 comentario:

  1. No hay que confundir varios temas. La absolución de los pecados no la hace la Iglesia, sino los sacerdotes, como herencia de Jesús que como Dios Hijo tenía el poder de perdonar los pecados.
    La Iglesia y los cristianos tampoco debemos ser lugar de juicio, pues tampoco Jesús juzgó nunca a nadie, y eso que él no era pecador. No juzgó a la samaritana, ni a la adúltera, aunque ellas sí que acudieron a él a buscar redención.

    Así pues es lo mismo perdonar, que juzgar, que absolver.

    Nuestro objetivo debería ser la esperanza de los desesperanzados y abrir el debate para instaurar nuevos modelos políticos basados en la igualdad, pero intentando ver siempre la botella medio llena.

    ResponderEliminar