Lo que queda de la JMJ

Hoy me inquieta qué queda de la Jornada Mundial de la Juventud que tanto dio que hablar a finales de agosto.

Tres meses después del gran evento que paralizó a la Iglesia mundial en Madrid sólo nos quedan las fotos y haber demostrado, o quizá habernos demostrado a nosotros mismos, que sí, que efectivamente los cristianos existimos. Lástima que haya tenido que ser de esta manera y no lanzando una super campaña de ayuda humanitaria a Somalia que en el mismo periodo pasaba (y sigue pasando) una de las peores hambrunas de la historia.

Pero ¿realmente ha aportado sabia nueva a la Iglesia? ¿nuestras parroquias y diócesis están ahora más llenas de gente joven? ¿ha supuesto una aproximación o una mayor separación entre ateos y creyentes? El propio Rouco Varela valoraba esta semana el encuentro como positivo, aunque ahora destaca que "las actividades esporádicas como la JMJ no son suficientes" [ver noticia]

Sólo con eventos y fiestas no se crean auténticas amistades, ni tampoco una persona puede encontrar a Dios en un momento concreto y mantenerlo para siempre. Es en la experiencia diaria cuando uno descubre la verdadera amistad, y en el día a día de la vida cuando uno se aproxima a Dios. A lo primero se le llama vértigo, y a lo segundo éxtasis.

Lo que perdura en el tiempo son las estructuras y los itinerarios, 

no los eventos ni las actividades concretas.

 

Que sirvan pues las palabras de Rouco para dar una merecida enhorabuena a todos aquellos sacerdotes, catequistas, monitores, educadores y animadores de movimientos y asociaciones religiosas que luchan en sus diferentes ámbitos para que la transmisión de la fe sea algo estable y continuo.