Hoy me inquieta la palabra apadrinar. La Real Academia Española define esta palabra como el acto de acompañar, de proteger. Con frecuencia la solemos escuchar en muchos anuncios en televisión, lo leemos en pancartas por la calle, lo escuchamos por la radio: “Apadrina a un niño por menos de 1 euro al día”, por ejemplo.
Somos conscientes de que en el mundo hay millones de personas necesitadas de apoyo económico pero también personal, anímico… Hoy centro mi interés en esta palabra porque leyendo la prensa como todos los días me ha sorprendido encontrar esta noticia: Apadrinando familias en crisis. ¿Familias? Me he quedado pensando un largo rato, pues siempre se nos ha instado a apadrinar menores, pero, ¿familias? Y es que la situación de coyuntura económica que estamos viviendo está provocando el ahogamiento de muchas familias entre deudas, embargos y penurias.
La Gran Asociación de Beneficencia de Valencia ha iniciado el proyecto “Apadrina una familia” , que cuenta con la colaboración del Arzobispado de Valencia, donde ayuda, desde julio, a más de una decena de familias a las que se les ha acabado el subsidio de paro, les han embargado sus casas o están en una situación extrema. Les asisten con unos 300 euros al mes de ayudas pero cada día se suman más y más a la lista por ello necesitan la ayuda de personas externas.
Decenas de historias, realidades diferentes. Mujeres maltratadas, familias numerosas, mujeres separadas con hijos a su cargo, matrimonios en paro sin subsidio… Todos ellos forman parte de la viña del Señor, de esa viña donde todos tienen cabida, sean quienes sean o como sean, una viña en la que todos necesitan la ayuda de todos. Estas personas necesitan ayuda económica, pero también motivación, ilusión, confianza para seguir adelante…
Y es que, la caridad bien entendida, es aquella en la que no das lo que te sobra, sino que compartes lo que tienes.
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