Hoy me inquieta la fiesta que celebramos ayer: Pentecostés, el cumpleaños de la Iglesia. Casi dos mil años ya de andadura esta institución que es más que una estructura; que se presenta como madre, como guía, como báculo en el camino de la fe. Y que a la vez a tanta gente le lleva a abandonar sus creencias.
Es necesario un nuevo Pentecostés en la Iglesia, una nueva oleada de Espíritu para que podamos salir de nuestras casas, cerradas por miedo, y hablar a las personas cada una en su propia lengua. Es necesario que la renovación crezca en nosotros, pues no podemos esperar que los cambios provengan de lo alto sin pretender nosotros ofrecer nada distinto.
Si quieres conseguir los mismos resultados, sigue haciendo lo mismo, dice un dicho popular. En la situación en la que nos encontramos en este nuevo siglo de nuestra era, es necesario que cada uno de nosotros se deje llevar por el Espíritu que sopla en los signos de los tiempos, en la Palabra de Dios, en la comunidad cristiana reunida en formación y oración, en los más pobres de nuestro mundo.
Pidámosle hoy a Dios que nos dejemos transformar por Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario