Hoy me inquietan las excusas que muchas veces ponemos cuando no sabemos hacer algo o, simplemente, no nos apetece. Es muy frecuente escuchar cosas como : "Eso no se me da bien", "Hazlo tu que yo lo voy a hacer mal" o "Yo no sirvo para eso".
Casi todos, al menos una vez en la vida, o bien lo hemos dicho o lo hemos pensado. ¿A qué se debe? ¿Pereza, inseguridad o una mezcla de ambas? Lo cierto es que subestimamos nuestras capacidades y, por miedo al qué dirán, dejamos pasar trenes llenos de oportunidades sin ni siquiera intentarlo.
Remitámonos a la Biblia. Simón y Andrés estaban pescando cuando Jesús les pidió que le siguieran, que dejaran las redes y que, en vez de recoger peces, que fueran "pescadores de hombres". Pensemos por una vez qué hubiera pasado si hubieran respondido con un "ya tengo trabajo" o "Señor, no sabemos hacer otra cosa que pescar". Gracias que ocurrió justo lo contrario, acabaron siguiéndole, salieron de su zona de "confort" y caminaron junto a Él dándose a los demás. Se arriesgaron, lo intentaron y lo consiguieron.
-- Cuando nosotros decimos "Estamos cansados", Dios nos dice que su carga "es ligera" y que Él "nos hará descansar". (Mt 11, 28-30)
-- Deberíamos cambiar el "No puedo" por: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Flp 4, 13).
Sí, es fácil de decir y difícil de aplicar.
Difícil de aplicar, ¿no es esta la mayor de las excusas?
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