Hoy
me inquieta la entrega que D. Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia, tiene con y
para los jóvenes de su archidiócesis. Son numerosos los actos que preside y
celebra junto al delegado Infancia y Juventud, D. Óscar Benavent, pero, sin
duda, uno de los más especiales es la Vigilia de Oración cada primer viernes de
mes en la Basílica de la Virgen de los Desamparados.
Pero
a D. Carlos no le basta con reunirse con cientos de jóvenes cada primer viernes
de mes en Valencia, sino que el segundo viernes se traslada de forma itinerante
a diferentes parroquias y, por consiguiente, diferentes realidades con el único
objetivo de acercar a Dios a todos los rincones.
Ayer
tuvo lugar una de estas Vigilias de Oración itinerantes en Moncada, en la
parroquia San Jaime Apóstol. Es cierto que en todas se suele repetir el mismo “ritual”:
exposición de Santísimo, lectura de Salmo, una lectura vocacional, cantos, peticiones…
pero el verdadero tesoro de cada una de
ellas son las palabras de D. Carlos, la magia que desprenden los diferentes
templos, el tener un momento de acercamiento al Señor…
“Lo
que os estoy transmitiendo no es un cuento, Jesús es el camino, la verdad y la
vida. Si no me creéis a mí, creedle a Él”. Estas palabras rondan en mi cabeza
desde que las pronunció D. Carlos en su reflexión. “Si no me creéis a mí, creedle
a Él”. ¡Qué gran consejo! ¡Qué gran muestra de humildad!
Al
finalizar la vigilia, D. Carlos bendijo unas cruces e invitó a jóvenes de entre
16 y 35 años a ser “Misioneros de la fe” y puedo decir con orgullo que mis pies
me llevaron hacia el altar para ser uno de ellos. Nuestro mandato es dar a
conocer a Cristo a alguien de nuestro entorno que no sea creyente.
¡Manos
a la obra! Ah, que no se me olvide, ¡Gracias D.Carlos!
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