San Marcos nos presenta hoy una enseñanza de Jesús, que si no supiéramos que data de hace 2mil años, podríamos pensar que es motivada por una inquietud de la actualidad.
Haciéndole una pregunta trampa, al más puro estilo prensa rosa del siglo XXI y buscando de él una respuesta con la que poder acusarle de blasfemo ante el sanedrín, unos fariseos le preguntan cómo actuar ante el divorcio. Como siempre la respuesta de Jesús es sorprendente. Consciente del error que Moisés cometió al tolerar dicha práctica, él sentencia y se opone duramente.
El divorcio se puede justificar desde muchos puntos de vista: la violencia de género, el adulterio, la pérdida del amor... en resumen ésta ruptura legal pretende volver a dar libertad al hombre y a la mujer con el objetivo de hacer borrón y cuenta nueva. Pero ¿es esta libertad auténtica?. Jesús va más allá, y recuerda que pese a la terquedad del hombre en no reconocer aquello que pasó, y aunque la ley pueda ser borrada, esta libertad es sólo ficticia, pues realmente lo sucedido queda marcado para siempre en nuestros hechos, y eso es la unión de Dios, algo que queda para siempre.
El matrimonio puede encontrarse con tormentas, huracanes y borrascas, pero ante todo hay que mirar con esperanza y saber que detrás está el sol; amor que espera volver a lucir en su máximo esplendor, sólo hay que saber que está ahí y tener fe, porque al fin y al cabo, el amor no es querer, sino amar.
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