El texto de Juan de hoy nos presenta una analogía entre dos formas de estar ciego. Si bien Jesús es capaz de curar la ceguera física, también es capaz de devolver la vista a nuestra alma, dándole motivos para seguir adelante en la búsqueda del sentido de la vida.
El ciego, considerado pecador en el contexto social contemporáneo a Jesús por se imperfecto, nos demuestra que no sólo aprende a ver con los ojos sino también con el corazón, pero sus palabras no interesaron a los fariseos quienes demuestran ser realmente ciegos no por no poder ver, sino por no querer ver.
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