En múltiples ocasiones desfallecemos ante las situaciones que se nos presentan. Perdemos la esperanza de poder superarlas. Nos vemos imposibilitados para ayudar a los demás, pensando que somos nosotros los que debemos recibir ayuda, y clamamos a Dios y le exigimos el cumplimiento de nuestra voluntades, y si en él no encontramos resultados inmediatos pedimos a los santos para que intercedan por nosotros.
Lejos de nuestro pensar tangible, Jesús nos muestra en el evangelio de hoy el ejemplo de una mujer viuda que pese a no tener recursos se entrega todo lo que tiene a la voluntad de Dios. El dinero es mera metáfora para comprender de forma más fácil la enseñanza.
En nuestra sociedad hay una cosa aún más valorada que el dinero, el tiempo. ¿Cuánto tiempo le entregas a Dios de cada uno de tus días?
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