Hoy me inquieta el breve pero profundo fragmento del evangelio que nos narra cómo Jesús curó la ceguera de Bartimeo gracias a su fe.
Puede parecer que la fe está reñida con la ciencia ya que sin pruebas ni datos objetivos que lo demuestren se hace difícil creer en algo o en alguien y en ese aspecto aún se hace más difícil poder creer en Jesús o incluso en Dios.
Pero el hombre en su llamada a ser más, es capaz de ver allá donde aún el tiempo ni la ciencia han llegado. Así pues podemos sentirnos capaces de estudiar una carrera, construir edificios, planificar un viaje, organizar un evento, guardar para nuestra jubilación, confiar en la palabra de un amigo... todo porque tenemos fe en situaciones y sucesos que desencadenarán la situación que de momento forma parte de nuestra imaginación, pero que llegado el momento se volverá tangible y palpable.
De esa forma, hace 2mil años, en un contexto social en el que la enfermedad se vinculaba por supersticiones populares a castigos divinos como consecuencia de los pecados cometidos, Bartimeo tuvo fe y Jesús no le defraudó. Fue capaz de luchar contra todos para que Jesús le escuchara, motivado por aquello que los demás no veían, que él era el único capaz de darle luz.
Así pues, cuando por fin le llamó, se despojó de su manto, recobró la vista y le siguió.
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