Hoy me inquietan los sucesos ocurridos este fin de semana por la lluvia caída en Andalucía y Murcia, fundamentalmente. Y es que, a la luz de ocasiones como éstas es cuando mucha gente alza la mirada hacia el cielo y pregunta por qué (también se hace cuando lleva mucho tiempo sin llover). Y me inquieta especialmente porque después de 3000 años continuamos, en muchos sentidos, con una mentalidad pseudorreligiosa que considera a Dios como el fontanero al que llamar cuando se rompe algo.
Los antiguos semitas tenían una teoría sobre la tierra muy diferente a la nuestra, con un Dios que cada día sacaba el sol y lo guardaba por la noche para que la luna iluminara la oscuridad. Un Dios que abría las compuertas que permitían la lluvia o las cerraba y enviaba la sequía por la maldad del hombre. En esta visión encaja perfectamente la pregunta ¿Cómo puede ser que Dios permita esto?
Pero hoy... tiene sus lagunillas.
Y me inquieta porque es un síntoma de la ausencia de formación de los cristianos de a pie. Sabemos mucho más de mil temas accesorios que del mismo fundamento de nuestra fe. ¿No te resulta hoy también a ti, amigo lector, inquietante?
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