Al papa Benedicto XVI le inquieta la situación que vive México, sobre todo, por culpa del narcotráfico y la violencia que ello desencadena. Así lo ha manifestado con motivo de su visita apostólica de tres días al país, como parte de una gira que el lunes lo llevará a Cuba. Este es el segundo viaje de Santo Padre a Latinoamérica, después de la visita que hizo a Brasil en 2007. Aseguraba en sus palabras que tanto México como el continente americano están llamados a “vivir la esperanza de Dios como una convicción profunda”.
Asimismo, el pontífice reclamaba el derecho de todos a la libertad religiosa. “Nadie queda excluido por su origen o creencias de esta misión de la Iglesia, que no entra en competencia con otras iniciativas privadas o públicas, es más, ella colabora gustosa con quienes persiguen estos mismos fines”.
Un periodista mexicano le preguntaba cómo puede ayudar la Iglesia Católica a solucionar el problema del narcotráfico que ha causado unos 50.000 muertos en los últimos años. El Santo Padre respondía así: “Conocemos bien toda la belleza de México, pero también este gran problema del narcotráfico y la violencia. Es ciertamente una gran responsabilidad para la Iglesia en un país donde el 80% de la población se profesa católica. Debemos hacer lo posible contra este mal destructor de la humanidad y de nuestra juventud. Diría que lo primero es anunciar a Dios: Dios el juez, Dios que nos ama pero nos pide que estemos con el bien y la verdad y contra el mal”.
Estas últimas palabras del Santo Padre me inquietan porque es cierto que la Iglesia no tiene “la varita mágica” para arreglar un mal, como es en este caso el narcotráfico y la violencia, pero sí tiene la gracia de anunciar el mensaje de Cristo, un mensaje esperanzador.
Que el viaje de Benedicto XVI por estas tierras sirva de luz a todos aquellos que siguen el camino de la fe.
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