Hoy me inquieta el accidente del crucero Costa Concordia que ha costado la vida a varias personas, entre ellas a un español. En los testimonios de los supervivientes ha sido un estribillo repetido la comparación de este suceso con el del famoso Titanic, del que muy pronto se cumplirá un siglo (14 de abril de 1912).
Al ver las imágenes y lo que la gente iba diciendo se me ocurría volver a ese 1912 y a la frase que se hizo famosa por entonces, cuando un miembro de la tripulación contestó así a una señora, pasajera de ese primer trayecto del mayor transatlántico de la historia, ante las dudas que mostraba por saber si algo tan grande no tendría más riesgo de hundimiento.
Y, a la luz de estos acontecimientos, hoy me pregunto, hoy te pregunto: ¿qué hay de seguro en nuestras vidas? ¿existe algo tan sumamente fuerte en cada uno de nosotros que permita asegurar que nunca jamás se hundirá? La salud... no. La juventud... obviamente para nada. La inteligencia... tampoco.
Al final, creo que lo único que queda es la fe. Creer que Dios está por encima, por debajo y por dentro de todo lo que nos ocurre. Todo lo demás puede hundirse.
¡Qué suerte tenemos los que creemos en Dios! ¿Estás de acuerdo?
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