Hoy me inquieta una pregunta que abunda en lo que ayer se decía en el blog, al inicio de este tiempo de Adviento: ¿Quién espera a quién? En muchas, quizás demasiadas, ocasiones hemos explicado el adviento como la preparación para el nacimiento o la venida de Jesús. Pero la cuestión es que Jesús ya nació hace más de dos mil años. No sólo nació, sino que vivió, murió... y resucitó. Jesús ya no volverá a nacer, como tampoco nosotros cada vez que celebramos nuestro cumpleaños. Entonces, ¿qué celebramos?
El adviento es un tiempo para mirarnos nosotros y para mirar a los demás, para encontrar a Dios en la vida que vivimos. En medio de tanta cotidianidad y rutina, Dios se hace presenta y nos espera.
Al igual que salió al encuentro del hombre hace veinte siglos, hoy sale a nuestro encuentros. Está a la espera de que nosotros le veamos. De ahí que la Iglesia nos facilite un tiempo para, pedagógicamente, hacernos reflexionar si esto lo tenemos claro o no.
Por eso lo de vigilar del evangelio de ayer. Estar atentos, no pasar por la vida de puntillas, no tener que esperar al fin de semana, o al puente, o a las vacaciones. El Dios de lo cotidiano, de lo sencillo y lo escondido te espera... ¿sabrás encontrarlo?
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