Hoy me inquieta la palabra "ecuménico" o "ecumenismo" (de la que hablaré más adelante), pero también una edad, 84 años, que dan para mucho. Que se lo pregunten al papa Benedicto XVI que, después de la intensa Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, aún le quedan fuerzas para seguir evangelizando por el Mundo y ofrecer el testimonio de Jesucristo. En este caso, sus cabellos blancos y su sonrisa tímida aterrizaron hace unos días en Berlín, en Alemania, su país, donde el 62% de la población es cristiana y donde, dicen, viven más musulmanes que fieles en Roma.
Se trata de la primera visita oficial del Papa a su patria, una visita que podría calificarse “de estado”, pues las otras dos fueron pastorales. Benedicto XVI ha mantenido reuniones con la canciller Angela Merkel, con representantes de la Iglesia Evangélica y Ortodoxa, responsables de comunidades hebreas y musulmanas. Además, ha sido el primer líder religioso en hablar ante el Parlamento, una intervención que Joseph Ratzinger ha calificado de cordial. El peregrinaje por su tierra, el también país de la reforma, ha estado centrado, según el pontífice, en el ecumenismo.
Hoy decía que me inquieta la edad de los 84 años, pero también quiero relacionar esa experiencia vital y religiosa de Benedicto XVI para reflexionar sobre el ecumenismo. Es la “tendencia o movimiento que busca restablecer la unidad de los cristianos, es decir, la de las distintas confesiones religiosas cristianas. Algo así es lo que propone y potencia, por ejemplo, la comunidad ecuménica de Taizé.
Empezaba esta entrada hablando de la experiencia, pues bien, otro de los personajes que ha luchado por este ecumenismo y por promocionar su esencia ha sido el hermano Roger Schutz, fundador de la comunidad Taizé. Y me gustaría incluirlo en esta pequeña reflexión porque no sólo el papa como guía de la Iglesia ha apostado por ello, como en esta visita a Alemania, también el hermano Roger que ha acercado, sobre todo a los jóvenes, que “los cristianos pueden ser reconciliados unos con otros mediante la oración en común”.
En un discurso pronunciado por Benedicto XVI en 2008 valorando los “cien años de ecumenismo”, recordaba las palabras que Jesús dirigió a su Padre en la Última Cena: “No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. (Juan 17, 20-21).
De todos los mensajes que ha transmitido Benedicto XVI en su visita a Alemania me quedo con este: “La humildad es el aceite que hace fecundos los procesos de diálogo, fácil la colaboración y cordial la unidad”. Humildad, colaboración, unidad y diálogo. Si estas cuatro palabras son claves en la vida de cualquier persona, más aún lo son para los cristianos, pues la fe en Dios se fortalece cuando se vive y se alimenta en comunidad.
Y ahora es vuestro turno inquietos, ¿cómo vivís vuestra fe?
Y ahora es vuestro turno inquietos, ¿cómo vivís vuestra fe?
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