Las mujeres en los últimos años han conseguido, por fin, un gran número de derechos que la equiparan legalmente al hombre. De la misma manera, el hombre a adquirido una serie de obligaciones normalmente relacionadas con el hogar que antes, por costumbre e ideología errónea, estaban reservadas a las mujeres.

No obstante esta realidad moderna, necesaria y beneficiosa, debe seguir en la equiparación de derechos y deberes de ambos sexos ante la ley no debe confundirnos con el pensamiento de que íntegramente hombres y mujeres somos iguales.
Los hombres y las mujeres somos por naturaleza diferentes, ya no sólo por la parte genital, sino también por la hormonal, que determina muchas de nuestras costumbres y aficiones. Pero estas características propias de cada sexo son lo que nos hace íntegros en la pareja, pues precisamente en las diferencias es en donde nos complementamos.
Así pues, un hombre es capaz de procesar toda la información que el mundo le ofrece sólo si es capaz de hacerlo también a través de los ojos de una mujer y viceversa.