Hoy me inquieta la celebración del Jubileo de Diamante de la
reina Isabel II de Inglaterra.
Durante los días 2, 3, 4 y 5 de junio se ha celebrado en el Reino
Unido, más en concreto en la ciudad de Londres; los actos conmemorativos del 60
aniversario de la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra y como tal,
gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra.
El acto central de estas celebraciones ha sido la parada
naval realizada en el río Támesis de la capital inglesa, sobre el cual más de
1000 barcos. Así, hizo realidad aquello que dijera con 21 años como princesa en
su quizá más famoso discurso radiofónico, y que repitió en marzo: que era una
reina al servicio de su pueblo. Y los británicos lo supieron agradecer: pese al
viento y la lluvia, un millón de personas se congregó a orillas del río, en el
centro de Londres, para ver a la soberana de 86 años junto con su familia.
Pero, con este Jubileo no se celebra solo la coronación como
reina, sino también su ascenso a cabeza principal de la Iglesia Anglicana. Para
aquellos que no estén muy puestos en este tema, vamos a explicarlo de forma
rápida y para que todos lo entiendan. La Iglesia Anglicana nació en 1536,
cuando Enrique VIII solicitó a Clemente VII que declarara nulo su matrimonio
con Catalina de Aragón; al ser rechazado el pedido
por el Papa, el monarca decidió emancipar a la Iglesia de Inglaterra de la
Iglesia Católica Romana y se autoproclamó Jefe Supremo de la Iglesia de
Inglaterra. Muchos de los que se opusieron a la política religiosa
de Enrique VIII fueron depuestos de sus cargos y algunos torturados y
ejecutados, entre los cuales cabe destacar el caso de Tomás Moro.
Tras el relativamente breve reinado de Eduardo VI y el período de restauración
católica encabezado por la reina María I, la Reforma anglicana se consolidó
definitivamente durante el reinado de Isabel I.
De este modo, el Jefe de Estado del Reino Unido es también
el gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra, es decir, realiza la función
que realiza nuestro Papa.
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