Porque la senda desde la inquietud a la confianza viene marcada por la reflexión

miércoles, 30 de mayo de 2012

Jesús no hablaba en latín

Hoy me inquieta el uso del latín en la Iglesia.

El Concilio Vaticano II (1959-1965) fue tajante cuando concluyó que la predicación, la lectura de la Palabra y la vivencia de fe debía hacerse en las lenguas propias de cada zona geográfica, haciendo más fácil a laicos y clero tanto la comprensión como la transmisión del Mensaje de Jesús. De la época preconciliar nos quedan huellas como la expresión "Amén", que significa "así sea".

Como en tantos otros aspectos, en la actualidad encontramos sectores de la Iglesia que miran con añoranza aquellos tiempos pasados donde el latín era bandera de la Iglesia y símbolo de identidad. Así pues, vemos como diversos grupos de nueva creación ponen nombres en esta lengua muerta a sus nuevas instituciones con la intención de mostrarse más fieles a la Iglesia; técnica de marketing también empleada por las grandes marcas que buscan nombres en inglés para parecer más internacionales.

El latín es útil como mecanismo de comunicación interna, es decir, cuando el Papa elabora un documento es de vital importancia que éste llegue a todos los rincones del planeta donde hay cristianos. En ese momento los obispos y sacerdotes, conocedores del latín y de la lengua de la región, pueden traducir el documento para hacercárselo al pueblo. Pero hacer aprender al pueblo el latín, como antaño se hizo, supone una dificultad añadida en la transmisión del evangelio.

No olvidemos que Jesús, como judío que era, debió predicar en hebreo y arameo, pero nunca le importó (sino más bien al contrario) que sus discípulos hablaran en griego o latín. Tanto es así, que en el libro de los Hechos de los Apóstoles se nos narra cómo la llegada del Espíritu Santo permitió a los discípulos salir de aquel lugar siendo capaces de expresarse en otras lenguas.


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