Porque la senda desde la inquietud a la confianza viene marcada por la reflexión

jueves, 13 de marzo de 2014

Un año alegre para el Evangelio

Llegó sin esperarlo. Y se quedó para refrescarnos. Tal día como hoy, hace justo un año, a las 19.06 de la tarde, las campanas de la Basílica de San Pedro y un denso humo blanco anunciaron al mundo que Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, había sido elegido Papa. Millones de personas en todo el mundo mascaron a la vez un chicle de menta y una agradecida brisa llegaba al corazón.  “¡Un papa argentino!”, gritaron muchos sorprendidos. Y es que Francisco, así eligió llamarse, se convirtió en el primer pontífice de Latinoamérica.

Desde entonces, sus palabras y sus gestos han llenado páginas de periódicos, ocupado horas de radio y frames en televisión. Por no hablar de Internet y las redes sociales; solo en la cuenta de Twitter en español, @pontifex_es, tiene más de cinco millones de seguidores. Incluso ha sido nombrado personaje del año de la revista Time.

No es que Francisco haya revolucionado la Iglesia es, simplemente, que comunica sólo con su presencia. El magisterio no ha cambiado,  ni los sacramentos, ni los mandamientos… lo que ha cambiado es la figura del líder, la manera que tiene de acercarse a los fieles, y a los no fieles.  Y lo hace con su sonrisa, su cariño y con una exhortación apostólica bajo el brazo, “La alegría del Evangelio”.

Francisco cumple con todas las modas actuales. Es ‘trendy’, se hace fotos ‘selfies’ con jóvenes, sus palabras y mensajes se convierten en ‘memes’ y 'virales'. Y al final, lo más importante no es que sea líder de las redes sociales y llene portadas de medios, sino que cada vez que alguien comparte algo del papa Francisco, sea donde sea, la Palabra de Dios se hace presente. Comunicar es evangelizar, y viceversa. 



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