Hoy me inquieta si el Estado tiene el derecho de hacinarnos en el laicismo.
Que el estado se reconozca laico es obviamente un gran avance hacia la libertad de los ciudadanos que residen en él. De esta forma las personas pueden escoger si desean seguir una determinada religión u otra, pero también tienen la posibilidad de no profesar ninguna, todo bajo la libertad de elección y sobretodo bajo el común acuerdo de la convivencia. También es un avance importante para la Iglesia que, a partir de ese momento, deja de gestionar acciones que no le corresponden y que son propias del Estado, y puede dedicarse a lo que le ofrece plenitud, las labores sociales y las espirituales.
Lo que no es aceptable es que el Estado se convierta en laicista. ¿Qué significa esto?. Pues que intente convertir a sus ciudadanos en laicos, volviendo a la imposición como erróneamente hicimos los cristianos en tiempos pasados.
Creo que hemos evolucionado lo bastante como para ser capaces de respetar la multitud de opciones que se nos presentan, pero hay realidades y hechos que no aparecen en los medios de comunicación ni son proyectados en el debate público, pese a que la gente en sus adentros tiene inquietud por ellos.
En otros campos como las ciencias, las letras e incluso las nuevas tecnologías, el Estado ofrece un gran abanico de posibilidades buscando su potenciación.
¿Por qué en cambio el Estado es incapaz de motivar a sus ciudadanos hacia la apertura trascendente? Si seguimos el modelo impuesto, siento que el que tiene inquietudes es como si llevara un defecto de fábrica, y lo mejor que puede hacer es silenciarlos y seguir con su vida.
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