San Juan hoy nos regala una gran comparación que hizo Jesús para que sus contemporáneos y sucesores entendieran el sentido de la vida y el éxito pleno.
Así pues, él define al Padre que le envía como el viñador dueño de la vid y del campo. Éste favorece las condiciones para que la vid dé fruto, pero en última instancia es ésta la que finalmente lo da o no.
Jesús es la vid, y nosotros los sarmientos; o lo que es lo mismo, Jesús es el tronco y nosotros debemos ser como las ramas. El tronco no da fruto por si mismo, pero a su vez las ramas, para poder darlo deben estar ancladas y alimentadas del tronco.
No pretendamos ser ramas sin tronco, pues así no se puede dar fruto, y al final uno, sin encontrar sentido a la vida, se seca y muere.
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