Después de varias
semanas sin publicar, me dispongo a escribir sobre una de las
experiencias más grandes que he vivido en mi ajetreada vida. Muchos
me dijeron que era una locura y que irme a Roma a ver la elección
del Papa era tirar el dinero. Me lo propuso un amigo y no dude ni un
segundo en decir que sí, y ahora que he vuelta a casa doy gracias a
Él por darme la oportunidad de vivir en mis propias carnes uno de
los momentos históricos más importantes.
Llegamos a Roma el día
sábado 9 con la esperanza de que el cónclave empezara el lunes día
11; pero no fue así y empezó un día después, lo que nos produjo
un sentimiento de miedo al no saber si podríamos estar presentes en el momento en
que el nuevo Papa saliera a saludar a la gente.
El segundo día de
cónclave fue un día muy especial, la incertidumbre de si los
cardenales reunidos en la Capilla Sixtina elegirían al Santo Padre
ese día estuvo presente en cada segundo que pasaba. A las 10:30 de
la mañana estábamos presentes en la plaza esperando a que saliera
la fumata y finalmente fue negra, algo que nos puso más
nerviosos. Después de comer volvimos a la Plaza de San Pedro y a las
19:06 de la tarde el griterío de la gente presagiaba lo mejor y así
fue, teníamos por fin Papa. A tan solo 10 metro de la valla de
seguridad escuchamos y vimos el tradicional Habemus Papam y
la salida al balcón del ya papa Francisco.
Se
que lo que viví en esas 5 horas de espera y de saber quien era el
nuevo Papa no se puede expresar en unas simples palabras, pero se que
nunca olvidaré lo que vi y sentí; y las señales que
experimenté y que me han hecho reflexionar sobre muchas cosas.
Doy
gracias a todos lo que han hecho posible estar en Roma estos días. Y espero que el nuevo Papa nos haga ver que lo más bonito de ser cristiano es amar y dar la vida por los demás, como Jesús hizo por nosotros.
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